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JUGADOR NRO. 12, LOS «DUEÑOS» DE OTRO PAPELÓN

No late. No tiembla. Ni gana partidos. La Bombonera, escenario elegido por Claudio «Chiqui» Tapia y Daniel «Tano» Angelici para achicar al rival y agrandar a los nuestros, terminó siendo intrascendente, como muchas veces en la historia.

Es la cancha donde River, su eterno rival, dio tres vueltas olímpicas (1942, 1955 y 1986). Donde Boca perdió dos finales de Copa Libertadores (ante el Santos de Pelé en 1963 y frente a Olimpia de Paraguay en 1979). Donde también se consagraron campeones Racing Club (1949), Newell’s Old Boys (1991), Lanús (2007) y Banfield (2009). La cancha de las alegrías ajenas. Donde Argentina se quedó por única vez afuera de un Mundial, en 1969, luego de igualar ante el mismo rival de anoche. 

El Jugador Nro. 12, la fuerza de choque del poder de turno, la de mayor protección política y policial de la historia, merece un párrafo aparte. La banda más marketinera y mediática del mundo, para envidia de los Rolling Stones. Ninguna hinchada tiene tantos fanáticos como sucede con el grupo que hoy lideran Rafael Di Zeo y Mauro Martín. Ellos son más hinchas de su hinchada que de su club y su equipo. Y están orgullosos de serlo.

Pero hay manchas que no se borran nunca más. Porque mataron de manera cobarde y por la espalda a Walter Vallejos y Ángel Delgado el 30 de abril de 1994, a la salida de un superclásico que River ganó 2 a 0 en el verde césped (goles de Ariel Ortega y Hernán Crespo) y también en las tribunas, con las dos bandejas explotadas y buena parte de las plateas locales ocupadas por hinchas del Más Grande. Porque unos años más tarde colgaron una bandera negra que rezaba «Gracias por el campeonato» por los malos resultados deportivos, en un marco desolador y una cancha semi vacía. Porque provocaron desmanes en la previa de un amistoso con San Lorenzo en el Nuevo Gasómetro y que NOS DEJARON SIN VISITANTES a todos los amantes del fútbol y del folklore. Esa misma barra, pocos años después, mandó al frente al tristemente célebre Panadero Napolitano para agredir a los jugadores de River en la salida del túnel y consumar así el abandono más grande de la historia. Ellos, que se autoproclamaron «Los Dueños de la Historia», sólo fueron los dueños de la reventa y el negocio en los alrededores del estadio. Porque el silencio de anoche en la Bombonera daba escalofríos…

Quedó demostrado, una vez más, que todo el circo mediático y político montado alrededor de la supuesta mística de la Bombonera, el empuje de la 12 y el calor de los hinchas del club de la ribera fue todo una sanata. Otro papelón de los dirigentes que manejan la AFA, que gestionan el fútbol argentino con la casaca de Boca debajo de la camisa y la corbata. ¿El precio que hay que pagar es quedar afuera de un Mundial, 48 años después de aquella dolorosa eliminación en La Boca? La mentira se acabó.