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River volvió a mostrar una faceta que nos preocupa. El efecto Racing duró 15 minutos, un poco menos también. La imagen de Campestrini revolcándose en el área chica cuando el partido apenas superaba el minuto de juego fue nada más que un espejismo. Fuimos envalentonados. Creímos en la gran victoria en Avellaneda. Renovamos la ilusión en un equipo que más allá de los altibajos, busca, apuesta, intenta. Aunque no siempre se pueda.

Lo bueno duró poco, decíamos. Con tres toques y dos amagues en la misma jugada, Arsenal llegó al corazón del arco de Barovero para empujar el primer grito de gol hacia la red. Así de fácil, así de sencillo, así de pragmático. Eso es Arsenal, y no debería sorprender a nadie. Y pese a que River se las ingenió para empatar un partido que pintaba bravo, desde aquél gol tempranero de Benedetto, en ningún momento dio la sensación que manejó el partido con comodidad.

¿Que tuvo más la pelota? Es cierto. ¿Qué buscó más el arco contrario? Es cierto, aunque el equipo de Alfaro tuvo las más claras en los pies de Benedetto, a pesar de no monopolizar la posesión del balón.

Durante la mayor parte del segundo tiempo, con toda la «carne en el asador», con un Monumental repleto, donde el equipo de Sarandí suele irse con las manos vacías, River JAMÁS generó la sensación que podía imponer su juego. Empujó, puso mucha gente en ataque, lo llenó de centros y pelotazos, casi siempre apurado y con los nervios por entender que era casi una utopía romper las dos líneas de cuatro que plantó el equipo del Viaducto. River mismo llevó el partido al terreno donde los dirigidos por Alfaro se sienten más cómodos.

El equipo de Ramón volvió a chocar contra sus propios impedimentos. Está en la encrucijada entre lo que debe ser,  lo que quiere ser y lo que puede ser en realidad. Porque River DEBE SER «Deportivo Ganar». Porque el objetivo, por naturaleza, DEBE SER pelear arriba, siempre. Esa estirpe ganadora se vislumbra más en las intenciones que en la praxis. Hay un discurso que va en ese rumbo. Con cambios, búsquedas y decisiones que ilusionan y hacen creer que por fin River volvió a ser lo que siempre fue. Pero ese QUERER SER contrasta cabalmente con lo que los dirigidos por el «Pelado» vienen mostrando en el verde césped a lo largo de estas nueve fechas. Medio torneo. Un tiempo más que suficiente para definir lo que ES.

Ayer volvimos a ver en el Monumental un equipo apático, anémico, sin ideas y casi sin entusiasmo, sobre todo en el complemento. Casi un calco del team de Matías Almeyda que tanto defenestramos. El equipo se pinchó rápidamente y abrió otra vez interrogantes que parecían cerrados hace una semana atrás en Avellaneda.

Se viene Godoy Cruz en Mendoza, un rival complicado que puede servir de parámetro. Y dos semanas más tarde el superclásico en la Bombonera, que puede definir anímicamente el devenir del equipo en el torneo. Mientras tanto, se debate internamente:  debe, quiere, pero…¿puede?

Por Ubaldo Kunz