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El Enzo saliendo por primera vez por el túnel del Monumental. Foto: Diario Clarín
El Enzo saliendo por primera vez por el túnel del Monumental. Foto: Diario Clarín

Hoy se cumplen treinta años del debut de Enzo Francescoli con la camiseta de River, uno de los ídolos máximos de la institución, que atravesó un comienzo complicado pero terminó enamorando al hincha millonario a fuerza de goles, lujos, vueltas olímpicas y talento.

Un día como hoy, hace treinta años, debutaba con la banda roja en el pecho Enzo Francescoli. Aquél domingo 24 de abril de 1983, un Monumental repleto le dio la bienvenida al «Príncipe» oriental, que llegaba a River en un momento crítico desde lo deportivo e institucional.

El arribo de Enzo a River estuvo envuelto de muchísima expectativa. Desde el otro lado del Río de la Plata se hablaba de un joven talentoso de ojos saltones que apodaban «El Flaco» y la estaba rompiendo en Wanderers de Montevideo. Paco Casal, su representante, vio en el club de Nuñez una vidriera importante para un jugador que necesitaba dar un salto de calidad hacia un fútbol más competitivo.

Así llegó a River, una institución que atravesaba un período de transición después del desmantelamiento de los planteles que ganaron tantos campeonatos entre 1975 y 1981. En ese proceso, la contratación de Enzo Francescoli significó una apuesta importante. A pesar de su corta edad,  fue recibido con bombos y platillos.

No fue casual que debutara hace treinta años con la camiseta número «10». Tampoco era fortuito que los primeros meses de adaptación, hasta bajaran algunos insultos y reprobaciones de la mítica platea San Martín. Es que a pesar de los goles y las pinceladas del joven uruguayo, los procesos de José Varacka primero y Luis Cubilla más tarde, fueron decepcionantes, y River no descendió gracias a los promedios que había aprobado la Asociación del Fútbol Argentino en el inicio de la temporada anterior.

Enemistado con su compatriota Cubilla, Enzo estuvo a punto de emigrar al fútbol colombiano en 1984. Sin embargo, el «Príncipe» quiso quedarse para triunfar en el Club que apostó por él y la llegada de Héctor Rodolfo Veira a la conducción técnica del equipo facilitó las cosas. Finalmente, el «Bambino» le encontró la posición en la cancha como atacante, y el uruguayo encontró su lugar en el mundo. Formó una sociedad con Claudio Morresi que fue imparable, y de ahí en más, el idilio con el hincha de River fue inquebrantable.