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UNA NOCHE DE TERROR EN LA BOMBONERA: GAS PIMIENTA Y ABANDONO.

Un día como hoy, hace cinco años, el plantel de River era víctima de un ataque cobarde que no terminó en tragedia de milagro. Fue la recordada la noche del gas pimienta, que con los años se convirtió en bandera y canción para representar el abandono escandaloso del clásico rival.

Debió ser una fiesta. Terminó en un papelón mundial. Hoy se cumplen cinco años de uno de esos superclásicos
tristemente célebres, recordados por los actos de violencia y la cobardía de algunos que empañaron una serie
semifinal de Copa Libertadores largamente esperada.

El 14 de mayo de 2015, pasadas las 22 horas, River se dirigía hacia la manga que da a la boca del vestuario
visitante de la Bombonera. Habían pasado cuarenta y cinco minutos de un planteo casi perfecto del equipo de
Marcelo Gallardo, que había ganado 1 a 0 en la ida en Núñez y dominaba el juego en la vuelta en el Alberto J. Armando. Cuando los futbolistas subían los últimos escalones del túnel, pasó lo insospechado. Camisetas manchadas por un líquido anaranjado, ojos inflamados y serias dificultades para ver y respirar. Un ataque impune, perpetrado
por «gente del club» que sabía bien por dónde y en qué momento lastimar.

Las imágenes recorrieron el mundo entero. Mientras el cuerpo médico de River atendía a los futbolistas heridos, los veedores de la CONMEBOL iban de un lado a otro buscando garantías para seguir jugando. Darío Herrera, el juez de aquella noche, era el destinatario de todas las miradas. El equipo local, poco solidario con sus colegas, hasta se dispuso en el campo de juego para sacar del medio y comenzar la segunda mitad. En el momento de mayor discusión ingresaron Rodolfo D’Onofrio y Matías Patanián, Presidente y Vice del club de Núñez, para hablar con «el dueño del circo y no con los monos», frase que desató la furia de Rodolfo Arruabarrena.

Lo que sucedió después es historia conocida. Llegó la decisión de suspenderlo y desde las tribunas arrojaron todo lo que tenían a mano. Luego de varios amagues, el plantel millonario pudo salir del campo de juego debajo de una maraña de escudos policiales. Hasta debieron esperar en el vestuario un largo tiempo y recién salir hacia el micro cuando ya no habían hinchas locales en las inmediaciones.

Con el partido suspendido, el clásico comenzó a disputarse fuera de la cancha. De un lado querían sí o sí jugar los cuarenta y cinco minutos que faltaban. Del otro, acumularon pruebas médicas y viajaron hasta Paraguay para documentar todo lo que había sucedido. En la semana aparecieron los registros de la televisión y lograron identificar al «Panadero» Napolitano, integrante de una agrupación política de Boca. Hasta Daniel Angelici, presidente de la institución, admitió que fue «una broma que se escapó de las manos».

La pelota la tenía en ese entonces CONMEBOL, que decidió dar por terminado el encuentro y sancionar al club boquense. River siguió avanzando y terminó el semestre levantando esa Copa Libertadores, la primera del ciclo Gallardo. El «Tiraste Gas, Abandonaste» se convirtió en bandera y canción. Los hinchas del Más Grande hoy
recuerda aquel incidente con ironía y sarcasmo. Pudo terminar en tragedia. Gracias al de arriba, fue apenas un capítulo oscuro con una final feliz.