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A principios del siglo XX surgió en Alemania una escuela de psicología que dejó un axioma que bien podría aplicarse a los planteles de Marcelo Gallardo: el todo es más que la suma de las partes. Esta corriente, llamada Gestalt, se dedicó a estudiar cómo funciona la mente humana a través de los procesos sensoriales y cognitivos, a la percepción y a la memoria. Por supuesto que nunca vieron jugar al River del Muñeco y que apuntaban a otro objeto de estudio, pero estarían absolutamente de acuerdo con la filosofía que define a este equipo.

Más allá de lo que todos vemos dentro del campo de juego y que el Millonario viene sosteniendo desde hace más de seis años con Marcelo Gallardo en el banco de suplentes, hay otro momento donde el precepto de la Gestalt se pone de manifiesto: en cada uno de los mercados de pases. River se ha desprendido de futbolistas de una jerarquía suprema en todos estos años. Rara vez los reemplazó nombre por nombre, puesto por puesto, con mismas características.

El ejemplo más reciente es Exequiel Palacios. Se fue al fútbol alemán a cambio de la cláusula y más allá de las desavenencias que esto trajo, el Muñeco optó por reemplazarlo con un cambio de dibujo. Sin el tucumano, rompió la línea de cuatro, apostó a tres centrales en el fondo y dos laterales-carrileros por las bandas, y armó un triángulo en el medio con Enzo Pérez, Nacho Fernández y De La Cruz. Al principio pareció resultar y no extrañó tanto a Palacios, pero el equipo se quedó sin nafta y terminó perdiendo el torneo local en la última fecha.

Pocos meses después, el escenario parece plantear una situación similar. Ignacio Fernández sufrió un desgarro y estará al menos dos semanas fuera de las canchas. Y a la hora de revisar la plantilla, no hay otro igual. Lo dijo el propio Gallardo hace poquito, cuando le preguntaron por el mediocampista y su posible salida al fútbol brasilero: «Nacho es irremplazable, no hay jugadores con sus características, ni en el plantel ni en el fútbol argentino», sentenció el DT, que cumplió en estos días trescientos partidos.

El gran desafío del entrenador pasa ahora por rearmar el once titular sin esa pieza que no tiene reemplazo. ¿Apostará por Santiago Sosa, mediocampista central devenido en un volante mixto, de gran actuación ante Liga de Quito? ¿Decidirá el ingreso de Leo Ponzio o Bruno Zuculini para lograr que Enzo Pérez se corra del centro y juegue unos metros más adelante? ¿Cambiará nuevamente de esquema para que el funcionamiento sustituya ese jugador que no tiene recambio?

Mientras Nacho trota alrededor de la cancha y pasa sus horas en la sala de kinesiología, Gallardo analiza, prueba y evalúa alternativas. Busca y observa. No será un psicólogo de la Gestalt, pero se parece bastante. Y aunque está convencido que no hay otro igual al 10, confía en recuperar ese andar colectivo que sostiene la vara alta de las individualidades. ¿Qué hará el sábado ante Rosario Central? La respuesta, al menos por ahora, sólo la tiene Gallardo. ¿Hacia dónde apuntará? A que el todo vuelva a ser mucho más que la suma de las partes.