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Un día como hoy, hace veintitrés años, River vencía 2 a 1 a Sao Paulo en el Monumental y se coronaba campeón de la Supercopa 1997. El equipo de Ramón cosechaba su segundo título internacional en dos años.

El River de Ramón venía dulce. Campeón de la Copa Libertadores en 1996. Ganador de un bicampeonato local en la temporada ’96/’97. Y con la posibilidad de festejar la doble corona a fines de 1997: la Supercopa y el tricampeonato doméstico.

El primer gran examen lo rindió el 17 de diciembre de 1997. River venía de pasarla mal en el Morumbí, donde Sao Paulo jugó buena parte del segundo tiempo con un hombre de más por la expulsión de Sergio Berti a los 3 minutos del complemento. Más allá de sufrir, se trajo un 0 a 0 y la ventaja de definir la serie en casa, ante un Monumental que iba a explotar.

Si la final de la Libertadores ’96 todavía se recuerda por el recibimiento a pura bengala, la bienvenida ante el equipo paulista no se quedó atrás. El Antonio Vespucio Liberti fue una caldera y le tiró todo el peso de la localía al tricolor desde el vamos.

El Millonario tuvo la posibilidad de ponerse en ventaja en el primer tiempo, pero Rogerio Ceni le contuvo un penal a Enzo Francescoli. De todos modos, la visita se quedó con diez por la segunda amonestación de Marcelinho Paraiba.

La superioridad en el marcador comenzó a plasmarla en el segundo tiempo. Al minuto de juego, apareció Marcelo Salas para llevarse la pelota de atropellada y anotar el 1-0. Sin embargo, la alegría duró muy poco. Siete minutos más tarde apareció Dodó para clavar un zapatazo que nada tenía que ver con el desarrollo del juego.

Más allá del baldazo de agua fría, el equipo del Pelado siguió generando situaciones. Y a los 13 minutos apareció otra vez el astro chileno en su noche más gloriosa para meter un amague, gambeta y definir con muchísima categoría. Golón de Marcelo Salas.

Los minutos finales tuvieron algo de dramatismo. River perdió a Leonardo Astrada por expulsión a 15 del final y hubo que aguantar la embestida de Sao Paulo. Allí apareció toda la personalidad de Germán Burgos y de una defensa con muchísima experiencia para estas paradas difíciles.

Hoy, 23 años después, la Supercopa se recuerda de manera especial porque fue el último año que se disputó. Por ese motivo, el trofeo permanece en las vitrinas del Museo River para recordarle a todo el mundo que el que ríe último, ríe mejor.