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Esequiel Barco

River estuvo lejos de brillar, pero encontró en algunos rendimientos individuales la llave para destrabar el partido en Rosario frente a Newell’s. En el podio aparece Esequiel Barco, que fue el jugador más desequilibrante del Millo en el ataque y completó su mejor encuentro desde que se puso la banda roja en el pecho.

Hubo que trabajar más de la cuenta. Hubo que transpirar más de lo imaginado. Hubo que meter más de lo debido. Sin embargo, cuando hubo que tratar bien a la pelotita, pocos lo hicieron como él. Sobre todo en esa primera etapa trabada, deslucida, plagada de brusquedades, que se jugó más como quiso Newell´s. Allí aparecieron los primeros estiletazos de Esequiel Barco, una de las caras nuevas del equipo del Muñeco, para pedirla siempre, encarar y generar las pocas emociones de esos primeros sesenta o setenta minutos del partido.

Posicionado como un extremo por la izquierda, las primeras indicaciones de Marcelo Gallardo fueron para él. «Andá a presionar la salida», le gritó el Muñeco en ese arranque. Lo quería bien cerca del área, él y Simón eran los encargados de adelantar bien las líneas del mediocampo y tapar las subidas de Méndez y Vangioni por las bandas.

Más allá de esa faceta defensiva, lo de Esequiel Barco es agarrar la pelota y encarar. Y en ese ítem tuvo tal vez su mejor partido desde que llegó a River. Algo había insinuado ante Unión en la primera fecha. Algo había mejorado ante Patronato en la segunda. Pero faltaba algo más: el desequilibrio individual, ganar desde la gambeta y llegar en posición de gol o centro atrás, en su defecto, para habilitar algún compañero.

Los números son elocuentes: es el futbolista que más faltas recibió (5) y el segundo con más regates completados (3/3). Además, fue el que más balones recuperó en todo el partido (7) y el tercero en duelos ganados (8/10). 

Amén de las estadísticas, Barco participó de casi todas las acciones de peligro que generó River en Rosario. Desde sus pies nacieron las jugadas que terminaron en los tiros en los palos, primero de Santiago Simón y luego de Enzo Fernández. Además, comandó el ataque del 2-0 de Robert Rojas. En todas ellas, tomó buenas decisiones. También estuvo cerca del gol en el segundo tiempo, luego de una buena conexión con Julián Álvarez, pero le faltó rosca a la comba que buscaba el segundo palo de Arboleda. Sólo le faltó el gol a una noche que ilusiona. Y vos, ¿ya te subiste al Barco de Esequiel?

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