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River goleó a Gimnasia y espera a Boca
Foto: River Plate

En la previa del Superclásico, River sacó adelante un partido correcto y redondeó un 4-0 que se dio de menor a mayor. Enzo Fernández, Julián Álvarez y Juanfer Quintero marcaron de penal, mientras que Braian Romero cerró la goleada en el Monumental.

La tarde aún disfrutaba sus últimos rayos de sol mientras la gente colmaba una vez más el Monumental. El estado del campo de juego iba a tono con la alegría de la gente, el verde devolvía un guiño a los cánticos que inevitablemente tenían que ver con el próximo partido, que a más de uno le quitará el sueño durante la semana. A último momento, la sentida baja de Matías Suárez por una molestia y alarma nuevamente en la enfermería.

Pero enfrente estaba Gimnasia, por más que el ritmo de la gente era con aroma a Superclásico. River no se podía perder en la marea porque debía pensar en el presente, un rival ordenado tácticamente y con ráfagas de muy buen fútbol. Y de entrada avisó la visita con un pique al vacío de Cristian Tarragona a los tres minutos. Para apagar el sofocón, offside marcado por el línea.

La sociedad entre Milton Casco y Esequiel Barco no tardó en juntarse por izquierda e iniciar los ataques que adornaron el nacimiento de un choque peleado. El regreso de Enzo Pérez, el termómetro del estilo que busca el campeón, fue notorio. Sí, el capitán marcó la presión que contagió a sus compañeros y asfixiaba al Lobo. Lo intentado por Tomás Mura por derecha rindió sus frutos, al menos sus centros venenosos llegaron a destino; pero la definición, para tranquilidad de Franco Armani, estuvo en deuda.

Crecía Enzo Fernández, insistía Nicolás De La Cruz, sorprendía Robert Rojas. Las continuas diagonales de Julián Álvarez pedían atención. Se formaba la tónica ofensiva que volcó el juego a orillas de Rodrigo Rey y preocupaba a Pipo Gorosito. En esos contraataques con campo a disposición, entre Paulo Diaz y Leandro González Pirez neutralizaron los pálidos titubeos de Johan Carbonero, acaso el principal motor para desequilibrar.

La primera media hora se mantuvo de la misma forma: si el Millonario no aceleraba, insinuaba más de lo que lograba. Y pese a no tener la posesión, el conjunto platense aceptaba el precio. Hasta que Barco, el 21 bravo, ensayó un enganche en el área y generó la mano de Leonardo Morales. Sin dudar, Hernán Mastrángelo sancionó el penal que Enzo Fernández cambió por gol.

Esa paz de abrir el marcador se tradujo en aire fresco, oxígeno puro para manejar la ansiedad, ver la posibilidad de filtrar un pase que ubicara mano a mano a la Araña. El accionar silencioso de Santiago Simón ofreció oportunidades por derecha, amplió el panorama, ya no había posiciones fijas y la constante rotación le dio participación a los laterales. La obligación de obtener los tres puntos pesaba segundo a segundo por la cercanía del choque con Boca, la hinchada lo sentía, los jugadores recibían esa energía y los nervios eran protagonistas.

La luna apareció, las luces se encendieron y el telón del primer acto se cerraba sin más. Pero Paulo Díaz salvó la ventaja con una corrida fenomenal, Milton Casco la abrió para Nicolás De La Cruz que habilitó a Esequiel Barco. Show en el área chica e infantil penal del arquero sobre el ex Atlanta United. ¿El encargado de la pena máxima? Julián Álvarez, que alcanzó a Lucas Alario con 41 gritos en la era Gallardo. Sin más, llegó el entretiempo.

Distendidos, sonrientes, optimistas. El descanso encontró un ambiente de ensueño en las tribunas mientras seguro el Muñeco ajustaba detalles en el vestuario. El reencuentro en el campo mantuvo la intensidad: un Barco eléctrico, un Julián movedizo y Enzito con la batuta. No era un espectáculo de champagne y habano, pero se ganó aplausos sostenidos por el esfuerzo y la idea clara. Entre offsides, infracciones y pelotas perdidas, tronaba el famoso «ya nos vamos a ver de nuevo» dirigido al Xeneize. Entre ceja y ceja. No hubo momento en que no haya bajado el recordatorio desde las tribunas.

La primera pieza sustituida en el tablero local fue el ingreso de Juanfer Quintero en reemplazo de Nico De La Cruz para descansar las piernas, cansar al Tripero, cambiar de frente, bajar los ánimos en una atmósfera que no sabía de lamentos. Y sí, el 10 le dio rienda suelta a su repertorio de inmediato: dos veces puso a Julián Álvarez de cara al arco y el apuro traicionó al refuerzo del Manchester City. Si con Laferrere se había ido enojado, hoy iba a ser peor. Y la Araña picó y picó, esta vez con veneno. Avivada y tercer penal en la noche. La zurda del 10 no perdonó en una jornada sin sobresaltos. Faltaban más de 15 minutos, pero la voracidad era similar a un cero a cero.

Para destacar, regreso estelar de Enzo Pérez tras la distensión justo en la antesala del clásico más caliente. A esta altura, Barco seguía emulando al mejor Ariel Ortega, con ascendentes ganas de descaderar adversarios y nutrirse de más situaciones de gol. A los 33 minutos, hora de dosificar esfuerzos: ovación para el 5 y el 9, dos de los integrantes de una columna vertebral que sale de memoria. Gimnasia decidió arriesgar más tarde que temprano y Braian Romero se relamió en soledad. Pero el atento Rodrigo Rey le achicó el panorama como una gacela cuando la diferencia en el resultado empezó a quedar corta.

La foto del terreno de juego era precisa: la zaga de River muy adelantada para acortar líneas, los volantes desparramados como hormigas, y esta vez sí: la revancha de Braian Romero con un remate defectuoso pero útil para poner el cuarto. Y algo más, sí, un mensaje que se repitió de acá hasta el final. Y así será a lo largo de los próximos siete días: «El domingo cueste lo que cueste, el domingo tenemos que ganar».

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