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En una noche en la que pisó el acelerador desde el arranque, River venció 7-0 a Sarmiento con goles de todos los colores y accedió a la próxima instancia a la espera de conocer a su rival.

La clasificación estaba a tres puntos de distancia pero River venía de sumar apenas uno de los últimos seis y enfrente había un rival duro que, con sus armas, comenzó a inquietar. En la primera, Federico Rasmussen desbordó por izquierda e intentó un centro que pegó en la pierna de Paulo Díaz, a lo que el defensor de Sarmiento pidió mano de todas maneras. La risa entre ambos constató lo evidente: el dueño de casa estaba dispuesto a reclamarle absolutamente todas a Fernando Rapallini, el juez del encuentro. La orden de Israel Damonte fue clara: tapar la recepción de los Enzo para que el Millonario no crezca en volúmen de juego. Con pelotazos largos, Emiliano Méndez buscó permanentemente a Javier Toledo, que no logró inquietar en soledad y la visita pudo llegar hasta mitad de cancha, pero no siempre sin pagar peaje. A los 6 minutos, Harrison Mancilla lo levantó en el aire a Nicolás De La Cruz para darle la bienvenida a Junín. Tanto Andrés Herrera como Milton Casco dispusieron de sobrada libertad porque el Verde prefirió esperar dentro de su área, anulando toda posible trampa del offside. Eso explicó por qué en un cuarto de hora los remates de media distancia tuvieron como autores a Tomás Pochettino y hasta a Paulo Díaz… ¡Sí! Los centrales en mitad de cancha con chances de pisar campo adversario.

Encima, el arco de Josué Ayala contaba con un jugador en cada palo como si no fuera suficiente con el arquero. Y no, no alcanzó porque en 30′, después de intentar hasta el hartazgo, Toto Pochettino -que estuvo desde el arranque en lugar de Santiago Simón-, soltó un derechazo que se clavó en el ángulo superior izquierdo. En una ráfaga, Federico Andueza resbaló y dejó servida en bandeja la corrida de Julián Álvarez, que estiró la ventaja 2-0 para encima sacarse la mufa de casi 700′ sin convertir. El Millonario hacía lo que se le antojaba, no encontraba resistencia y el toqueteo, a kilómetros de Franco Armani, sacó a relucir la inseguridad juninense. Después de lo que fue su redención en Chile, Esequiel Barvco buscaba el suyo, rodeado de piernas, pero ávido para escapar. Y en casi 45 de la etapa inicial, una contra letal con Milton Casco como asistidor y la Araña picando en el segundo palo. Basta con resumir la impotencia de Julián Brea, fastidioso por la diferencia, con un remate que se fue alto desde una posición incómoda. Así llegó el entretiempo.

Claro que en el complemento iban a haber cambios en el local: adentro Gervasio Núñez y Lisandro López, los experimentados, para aferrarse al milagro de revertirlo. Pero no hubo forma porque diez minutos luego Enzo Fernández entró por derecha y Julián lo vio para regalarle el cuarto de la noche. La preocupación, sin embargo, también apareció en el conjunto de Marcelo Gallardo porque Pochettino sintió un pinchazo y pidió el cambio. Justo en un duelo en el que mostró la versión que desplegó en Talleres, debió interrumpir su buen andar. Agustín Palavecino a la cancha en 55′ cuando quedaba una eternidad por jugarse. Y sí, Barco se escurrió entre los zagueros para capitalizar un centro atrás de De La Cruz en busca del quinto, que nació de sus pies. ¡Y lo tuvo Milton en la jugada posterior! Pero su definición no fue buena…Que no mete goles, que no piensa en el presente, y otros rumores que el mismo Álvarez se encargó de acallar en un par de intervenciones para firmar el triplete en su cuenta personal.

De reojo, el cuerpo técnico pensaba en Fortaleza, próximo rival por Copa Libertadores, y refrescó energías con varios cambios. El único cosquilleo que provocó Sarmiento fue gracias al insistente Yair Arismendi, que no bajó los brazos en medio de la aplastante derrota. A 30 del tiempo cumplido, Santiago Simón esperó en el corazón de la zona caliente a que Matías Suárez ensayara su idea, pero el balón cayó en los pies del juvenil, que con mucho detalle le dio un golpe rasante para el séptimo a domicilio. Cachetazos por doquier. El ritmo aminoró su marcha en las lejanías de Ayala, pero tuvo frenesí cerca suyo. El cóctel que mejor sabe degustar el estilo Gallardo. ¿Casi 90 minutos? No importa, Casco continuaba con sus ganas de inflar la red. Pero claro, señor lector, el caño del Chanchi no faltó. Y no hubo tiempo para más porque el árbitro entendió que era demasiado. River fue demasiado y clasificó sin discusión.

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