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Con goles de Braian Romero, Julián Álvarez en dos oportunidades, Enzo Fernández y Agustín Palavecino, River se floreó 5-1 en Santa Fe. El descuento de Unión lo marcó Mariano Peralta Bauer.

La urgencia de ganar para despejar rumores oportunistas estaba a la orden del día, y más en un plantel al que se le suelen caer los goles de los bolsillos. Preocupaba que en 270′ de juego en la nueva Liga Profesional, River no había ganado y mucho menos convertido. Pero llegó toda la alegría junta en la visita a Unión en Santa Fe.

Con cambio en la disposición táctica, en esta ocasión el regreso de los dos puntas con un 4-1-3-2, con Enzo Pérez de cinco, por delante Enzo Fernández, y tanto José Paradela como Nicolás De la Cruz a sus costados, además de Braian Romero y Julián Álvarez como referencias de área.

A los 16′, el Millonario comandó de gran manera un contraataque y se puso arriba en el marcador. Braian bajó una pelota complicada en la mitad de la cancha, la Araña encaró en velocidad, enganchó y se tomó un tiempo más para filtrar para el propio número 19, que definió suave ante la salida de Santiago Mele para marcar el primer gol de River en el campeonato y despedirse de la malaria frente al arco.

A partir del festejo, el equipo comenzó a imponer condiciones en el juego, con un Álvarez desatado y pivoteando constantemente y teniendo mucha influencia en la generación de los ataques. Pero el Tatengue no se quedó atrás y a los 25′ casi lo empata con un tiro de Imanol Machuca que tapó Franco Armani con una gran reacción y, posteriormente, un cabezazo de Mariano Peralta Bauer dio en el travesaño.

Para el último tramo de la etapa inicial, el trámite se emparejó y también se tornó bastante caliente, porque el árbitro Pablo Echavarría empezó a equivocarse en algunos fallos que generaron mucha disconformidad en la visita, que ya no atacó con tanto entusiasmo pero se encargó en evitar que el dueño de casa creciera en confianza.

El arranque del segundo tiempo redobló la apuesta con el correr de los minutos. Unión dominó la posesión y los dirigidos por Marcelo Gallardo se concentraron en detener la embestida de un rival entusiasmado en jugar de contraataque. A los 15′, la Banda logró ser efectivo en un partido chivo y se puso 2-0 con una asistencia estupenda de Julián para que Enzo Fernández controle y se la pinche al golero uruguay, que nada pudo hacer.

Pese a estar ganando, El Más Grande no pudo evitar el sufrimiento, porque la espalda de Andrés Herrera, de lo más flojo en defensa, fue el principal camino elegido para lastimar con desbordes peligrosos de Kevin Zenon y centros al área. El Pulpo respondió de manera tremenda a los 24′ para ahogarle el grito a Mauro Luna Diale tras una jugada que se originó a espaldas del ex lateral derecho de San Lorenzo.

Y todos los gritos ahogados en las primeras tres fechas se acumularon y se concretaron en este partido. En otro buen momento del anfitrión, River volvió a lastimar y liquidó el partido. Como casi nunca en el año, fue efectivo y golpeó cuando tenía que hacerlo. Pelota filtrada de Enzito que, ayudada por un desvío, le quedo a Julián y definió con tranquilidad ante el achique del charrúa para poner el 3-0. Otra noche consagratoria del refuerzo del Manchester City, que quedaba a tres goles de igualar a Rafael Borré como máximo goleador de la era Gallardo.

Pese a estar sentenciado el encuentro, los conducidos por Gustavo Munúa le pusieron suspenso porque descontaron a los 33 minutos. Centro desde la derecha de Ezequiel Cañete y cabezazo letal de Mariano Peralta Bauer, el más inquieto y peligroso del Tate. Con el partido definido, River no soltó el pie del acelerador y marcó el cuarto casi en tiempo de descuento: otra gran asistencia de Juli para Agustín Palavecino, que apareció por izquierda y definió, con un roce de un defensor rival, para marcar el cuarto.

Para cerrar la historia, el propio héroe de Calchín puso el quinto a los 50 minutos. Pelota quirúrgica de Juanfer Quintero, un regreso esperado, con la cara externa para que el 9 la pinchara por encima de la humanidad de Mele. Una sociedad que se extrañaba en cancha y que en la primera oportunidad que tuvo, se entendió de memoria.

Lejos de ser una aplanadora, ganó y goleó, dos máximas que no alcanzaba con facilidad hace cuatro encuentros desde el lapidario 8-1 sobre Alianza Lima por Copa Libertadores. Encima, Braian Romero se reencontró con el grito sagrado y el vestuario vuelve a sonreír pensando, de reojo, en Vélez.

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