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River

Por el sexto capítulo de la Liga Profesional, River la pasó muy mal contra Huracán y cayó 3-2. Sin ideas, sin fútbol, sin reacción. El miércoles se juega el año contra Vélez.

Convulsionada noche en Parque Patricios con llegada de los micros y la siempre alocada pasión de los hinchas, que desde muy temprano inundaron los alrededores en un domingo de crudo invierno. Entrada en calor de los equipos bajo una incesante marea de banderas rojas y blancas desde la platea Miravé, que le pusieron color a un escenario que esperaba ansioso el pitazo inicial. Y comenzaron a sonar bombos y redoblantes que antecedieron al recibimiento con fuegos artificiales. Hermosa escena que nos regaló nuestro fútbol.

Con el encuentro en marcha, River tuvo la primera a los dos minutos en los pies de Agustín Palavecino tras un pase de Juanfer Quintero. Inmediatamente respondió el Globo con Matías Cóccaro filtrándose a espaldas de los zagueros con un cabezazo frontal que se fue largo. No se había acomodando la visita que el 4-2-3-1 de Diego Dabove surtió efecto a tal punto de atropellarla y robarle el balón bien arriba. Se lucía el local a puro toque, se aproximaba fácilmente al arco de Franco Armani y solamente aguardaba el momento para golpear con pelotazos largos. En casi 10 minutos, Jonatan Maidana mostraba sus dotes para apagar (varios) incendios. Sin embargo el costado izquierdo del Millonario seguía siendo la Panamericana a las 3 AM.

Juanfer Quintero no lograba entrar en acción, tanto Santiago Simón como Tomás Pochettino corrían mal y estaban pendientes de la marca porque Huracán no dejaba de ser voraz. Y jugaba bien. Un calco a lo que fue Vélez en Liniers: agresivo, veloz y práctico. Y del otro lado encontró un adversario endeble, tímido, incrédulo… Y todo se complicó el doble cuando a la media hora se fue expulsado el gran caudillo de la defensa. A instancias del VAR, Fernando Rapallini decidió mostrarle la roja a Jonatan Maidana por un codazo a orillas del banco de suplentes sobre Matías Cóccaro.

El Muñeco tuvo que mover el banco para rearmar la línea de cuatro: afuera Juanfer y adentro David Martínez, que descansaba con vistas al miércoles. Dominaba el Quemero y así tuvo premio a la insistencia: nadie la bajaba, la pelota quedó boyando y Jonathan Galván entró embalado con un derechazo furioso. Se abría el partido siete minutos luego de un cachetazo seco. Las insinuaciones para llegar al empate jamás llegaron y el entretiempo nació como una suerte de chicharra para la mandíbula del Más Grande.

La reacción debía ser ya, en el vestuario, no repetir errores tan básicos. José Paradela y Esequiel Barco para oxigenar el mediocampo y apelar al desequilibrio individual. Es que el equipo nunca pudo ganar en el uno a uno ni asociarse para crear. Impensado en un equipo del Muñeco tener que correr desde atrás, verse superado físicamente y, sobre todo, no rebelarse contra un contrincante que no lució grandes nombres, pero fue una fotocopia de lo logrado con muchos pibes por el Fortín. Transcurridos 15′ del complemento, llamado para Julián Álvarez. Último partido del cordobés por torneo local en un contexto hostil.

De a poco crecían las ganas de River, más tarde que temprano, pero con demasiada vida en el cronómetro. Y en una contra letal por el centro, de esas que tuvo toda la jornada, el conjunto anfitrión infló la diferencia con Franco Cristaldo, el 10 bravo. Seis minutos más tarde, a los 69′, Leandro González Pirez puso el descuento y reavivó la llama. Sin embargo, el propio Cristaldo se encargó de poner el tercer grito para el local apenas unos segundos luego. Así de terrenal y caótico es este River.

Arañar un punto, a esta altura, era totalmente imposible pero solo algunos destellos amagaron con jugar a lo incierto. Adicionado el descuento, la Araña metió un cabezazo que descolocó a Lucas Cháves y no hubo tiempo para más. Mala actuación del Más Grande, que el miércoles se juega el año. Literalmente. La gente cree, pero también espera respuestas de manera urgente.

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