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El caso de Matías Suárez es de esos que valen la pena resaltar: a fuerza de persistencia y nunca bajar los brazos, el cordobés sigue siendo determinante al pisar la cancha.

En el año tuvo participación en apenas 15 partidos (11 ingresando desde el banco) y anotó 6 goles. Números que hay que analizar para darse cuenta de lo poco que jugó y lo mucho que gravitó. Desde abril del año pasado hasta la fecha, Matías Suárez se ausentó en múltiples oportunidades, casi siempre por lesiones relacionadas con su rodilla derecha y diferentes molestias musculares. Primero sinovitis, luego covid durante el brote masivo en el plantel, distensión en el aductor izquierdo y, cuando consiguió recuperarse, tocó la inflamación de la rodilla y decidió operarse para solucionar la pesadilla. Aún así, la rodilla continuó jugándole una mala pasada y se perdió el clásico con Boca, ademas de sufrir en mayo un desgarro en el sóleo derecho que lo dejó afuera de la Copa de la Liga.

Pero las lesiones no pudieron contra el talento: le hizo un gol a Alianza Lima por Copa Libertadores para ganar el partido 1-0, abrió la cuenta contra Argentinos Juniors en un 4-2 en el Monumental, fue determinante para ganarle a Banfield en el Sur por 2-1, mismo resultado que el obtenido en Chile ante Colo Colo por Libertadores, siendo el autor del primer tanto. Saltó a la cancha en la serie con Vélez Sársfield y el VAR le quitó otra tapa de diario ya que decidió anular el gol que dejaba con vida al Millonario en la serie.

Volvió a ser variante ante Independiente en Avellaneda y esa cuota de jerarquía que ilumina su paso, le permitió capturar un rebote en el área para una dulce y agónica victoria. Este fin de semana volvió a hacer gala de su categoría: si bien el partido estaba 3-1, faltaba esa pincelada al ángulo para deleite del público presente.

Él persiste y va al frente, supera adversidades y aunque la rodilla no quiera, Matías sigue adelante. En 15 partidos del año solamente disputó los 90′ en una ocasión, pero lleva 6 goles de vital importancia. El Oreja, el luchador al que le sobra jerarquía para escapar una vez más de la malaria.

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