El 17 de diciembre de 1997, River Plate coronaba un año glorioso e inolvidable. Aquella noche, el equipo de Ramón conseguía por primera vez la Supercopa.
El rival de turno fue el poderoso San Pablo, que había sido levemente superior que River en el partido de ida en el Morumbí, con un hombre de más por la expulsión de Sergio Berti.
Sin embargo, en el Monumental apareció en todo su esplendor el poderío ofensivo del conjunto millonario. En el primer tiempo, tuvo la posibilidad de ponerse arriba en el marcador a través de un penal que ejecutó el infalible Enzo Francescoli. Pero Rogerio Ceni se agigantó en el arco que da a la Avenida Figueroa Alcorta y atragantó el grito de gol de más 70 mil almas que desbordaron el estadio.
La tranquilidad para Ramón y los suyos llegó en el complemento, con la atropellada de Marcelo Salas debajo del arco para poner a River en ventaja y tranquilizar los ánimos. Sin embrago, la felicidad duró poco. San Pablo se adelantó en el terreno de juego y desde un zapatazo terrible de Dodó puso la igualdad. Injusta por lo que había pasado en el trámite del partido.
Pero faltaba una aparición más del chileno, una intervención heroica del «Matador» que culminó en un verdadero golazo para establecer justicia en el marcador. De la mano de un Salas inspiradísimo, River conseguía un nuevo título internacional, a pocos días de ganar un nuevo tricampeonato.
Hoy, 15 años después de la gloria, esa pintoresca Supercopa permanece en las vitrinas del Museo River para recordarle a todo el mundo que lo visita que el Millonario fue el último campeón de aquél prestigioso certamen, que reunía a todos los campeones de la Copa Libertadores de América.
