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ANGELITO ETERNO. La representación de Labruna en un inflable. Un ídolo inagotable.
ANGELITO ETERNO. La representación de Labruna en un inflable. Un ídolo inagotable.

Ser hincha de River es una bendición. Es uno de esas cosas que por obra de la magia o algún designio divino, aparece en el camino de cada uno de nosotros y nos cambia la vida de una vez y para siempre. Por más ocupado, distante o desilusionado que estés o prefieras mostrarte, no hay un solo día de tu vida que no hayas pensado en River. En su estadio. En su gente. En sus colores. En su camiseta. En lo que hacés o dejás de hacer cada vez que juega el Más Grande. Hacé memoria, y vas a ver que es así.

El 28 de septiembre de cada año no es un día más. Es el día que reivindicamos ese sentir, que tiene su máxima expresión en Ángel Amadeo Labruna. Si de magia o designio divino se trata, Angelito es uno de esos bellos milagros que aparecen por única vez y para siempre. De manera inexplicable, pero suceden. ¿Qué hubiese pasado si el Feo hubiese escogido el básquet y no el fútbol, como le aconsejaban en su entorno cuando apenas era un adolescente que no tenía bien en claro lo que quería para su vida? ¿Qué hubiese pasado si Angelito elegía darle una mano a su viejo en la relojería, porque había que llevar el mango a casa y el fútbol no le daba de morfar? ¿Qué hubiese pasado si Labruna hubiese nacido en el lugar equivocado, en la vereda equivocada, y hubiese vestido los colores equivocados?

Seguramente nuestra vida sería otra. Nuestro sentido sería otro. Nuestra percepción de la realidad sería otra. Porque Ángel Amadeo Labruna es ese parámetro que nos permite medir y diferenciar todo lo que está bien de lo que está mal. Es eso que no identifica, que nos define, que nos completa como personas. Porque, en definitiva, ¿qué hincha de River no quisiera ser Labruna o, al menos, no soñó alguna vez estar en sus zapatos aunque sea un solo segundo?

98 años después de su nacimiento, sigo creyendo que Angelito fue nuestro mayor milagro. El mejor de nosotros. El SER DE RIVER en su máxima expresión. Una figura inalcanzable por su grandeza, pero al mismo tiempo mundano por su simpleza, su calidez y su picaresca. El Barba se lo llevó pero su impronta sigue más viva que nunca. Cada 28 de septiembre levantamos las copas por él. Es el Ángel de nuestra alegría eterna. ¡Salud!